Informes de Wired señalan que las vacas se vuelven pesimistas y se angustian tras sufrir dolor emocional o físico.
Cuando los seres humanos son sometidos a eventos traumáticos, emocionales o físicos, son más propensos a interpretar los estímulos ambiguos como negativos y ser pesimistas. La investigación muestra que las vacas tienen esta misma respuesta, lo que significa que la capacidad emocional de estas gentiles criaturas es significativa y que los crueles abusos que sufren en las granjas tienen efectos en su bienestar a largo plazo.
Daniel Weary, responsable de este hallazgo, observa: “es interesante para nosotros llegar a entender lo complejos que son estos animales… Es importante proporcionar una buena calidad de vida para ellos a una edad temprana, no sólo en términos de su capacidad inmediata para disfrutar de la vida, sino también en términos de los efectos a largo plazo que tenemos en estos animales.”
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