¿Quién dijo que las gallinas de libre pastoreo son felices?

Cuando escuchamos “huevos de gallinas de libre pastoreo” nos imaginamos que las aves no sufren, que pueden moverse libremente y que no hay crueldad de por medio. Pero la siguiente historia desmiente esta suposición.

María Sol Cordero tenía una granja con 100 gallinas de libre pastoreo en La Paz, Bolivia. María se preocupaba realmente por atender bien a las aves. Había gallineros a su disposición, podían caminar libres en el campo y todo parecía marchar bien.

“Al principio todo era lindo. Los pollitos crecían libres en el campo. [Había una] libertad controlada para que los pastizales se regeneraran”, relata María.

Ella misma se encargaba de recoger los huevos y asegurarse de que sus gallinas estuvieran bien. Los primeros huevos medían un promedio de 3 cm, lo cual es natural ya que las aves estaban en la etapa de crecimiento.

Todo iba bien hasta que una de las gallinas puso al fin un huevo “de buen tamaño”. Para lograrlo, “se ponía en una y otra posición… Parecía que lloraba. Sí, lloraba”, asegura María. Luego, las demás aves comenzaron a poner huevos “de buen tamaño”.

Como los huevos que ponían sus gallinas eran de buena calidad, María empezó a venderlos al doble del precio que los demás proveedores. Ella les explicaba a sus clientes que el proceso de crianza de sus gallinas era sin estrés. Sin embargo, María sentía que algo estaba mal y que su negocio “parecía un tráfico de seres vivos”.

Las cosas empeoraron cuando notó que la cáscara de los huevos era más frágil y de color más claro. María sabía que esto era el resultado de una deficiencia de calcio en las aves. Para contrarrestar esta carencia las alimentó con caracolillos y pescado. María se dio cuenta de que sus gallinas estaban sufriendo y que ella era partícipe de la explotación.

Un día, luego de que le robaron la camioneta que usaba como herramienta de trabajo, María decidió que lo correcto para ella y para sus gallinas era ponerle fin al negocio de los huevos.

¿Cuál es el mensaje que nos deja la historia de María y sus gallinas de libre pastoreo?

Nunca más tendría una actividad así. Es muy triste. Ellas sienten, quieren enrollar [empollar] y no se les deja porque se recogen sus huevos a diario. Durante el tiempo que estuve en eso me enteré que en las granjas industriales las obligan a poner dos veces al día porque nunca apagan las luces y las gallinas son engañadas así. No tienen una vida natural porque nunca ponen sus patitas en el suelo ya que siempre están en posición de postura.

Ésta es la realidad de millones de gallinas que son explotadas en la industria de los huevos. No existe un método “humanitario” para obligarlas a comportarse en contra de su naturaleza.

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**Agradecemos a María Sol Cordero por compartir su historia con nosotros.